Las ciudades ocupan el 1% de la superficie de la Tierra; en ellas reside actualmente más de la mitad de la población mundial. Por tanto, son grandes consumidoras de materias primas, tanto para construir sus edificios e infraestructuras como para suministrar bienes de consumo a sus habitantes.
Estos recursos, extraídos de la naturaleza, a lo largo del tiempo los hemos ido acumulando en las ciudades en sus formas transformadas. Sin embargo, las ciudades están en constante cambio, evolucionando para adaptarse a su cada día más creciente población. Este dinamismo provoca una continua renovación que se percibe como una incesante actividad que genera continuamente residuos. ¿Residuos? ¡No! Generan recursos de tal modo que hoy en día las ciudades son fuente de minerales que empiezan a escasear en la naturaleza.
Casi la mitad del acero y del aluminio consumido en Europa provienen de material reciclado. El 75 % de los residuos de la construcción se reciclan para su reutilización en obras nuevas. Hace ya unos años que se acuñó la denominación de “minería urbana” situándola como las minas del futuro. Los primeros pasos se dieron en los vertederos donde hemos acumulado los residuos procedentes de las ciudades. Hoy contienen metal desechado de todo tipo: hierro, cobre, plata, oro… y los residuos electrónicos minerales “raros” como wolframio, neodimio, itrio, terbio, galio, indio…
El aprovechamiento (extracción) desde estas minas urbanas tiene más ventajas que el extraer los minerales directamente de la tierra. De los vertederos, en terrenos periféricos de las ciudades, hemos pasado a extraer en las propias ciudades cada vez que se derriba o se rehabilita un edificio. La combinación de todo ello nos lleva a que ya es una realidad el hablar de una auténtica actividad minera urbana. De hecho, hay casos significativos de empresas mineras tradicionales que han orientado su actividad extractiva a la recuperación de materias primas secundarias procedentes de la ciudad.
Seguiremos acumulando recursos que usa la humanidad en su hábitat concentrado, la ciudad. De ahí, con medidas de aprovechamiento cada vez más eficientes, retroalimentaremos las propias necesidades de materias de la ciudad. Medidas eficientes en un doble sentido: en el aprovechamiento de los residuos aumentando el porcentaje de recuperación y en los propios procesos de fabricación a partir de ellos de manera que se aprovechen al máximo.
Ciudades renovadas, más ligeras, más humanas, dotadas de mejores servicios y menos devoradoras de recursos naturales. ¿Una utopía? ¡Un desafío! O un ultimátum, según se mire.